Este fin de semana ha sido la leche. Soy consciente de que aun me quedan pendientes muchas mas cosas que quizas deberia contaros antes de ponerme a hablar sobre mi tiempo libre, pero me lo he pasado tan bien que no me puedo resistir. Os prometo que sere breve en cualquier caso. El viernes despues de clases los chicos tenian una actividad obligatoria en el colegio que consistia en una especie de gimcana de pruebas deportivas. Yo me encargue de llevar la de baloncesto junto con un profesor muy majete llamado David. Tiene 26 y apoya a los Raptors. Naturalmente estuvimos hablando de Calderon, como podreis imaginar ;)
Por la tarde quede con Luismi, el otro monitor espanhol, y con Maria, una chica de nuestra edad muy agradable que esta estos meses por aqui para aprender ingles (os los presentare en futuros posts). Primero fuimos a dar un paseo por el centro de la ciudad y despues decidimos ir a cenar al Hard Rock Cafe de Ottawa, que queda en plena downtown muy cerquita del edificio del Parlamento, en una zona moderna llena de pubs irlandeses donde puedes sentarte a degustar una buena pinta de Guinnes con algun partidito de fondo en la television, generalmente de hockey o beisbol. El sitio es una pasada. Los que ya hayais estado en el de Madrid o en cualquier otro Hard Rock Cafe, ya conoceis de que va el rollo. Para los que no, el local seguia el mismo patron de esta famosa cadena de restaurantes en cuanto a decoracion se refiere. Estilo rustico, iluminacion amarillenta, mesas de madera y enormes barras de bar decoradas con motivos genuinamente americanos. Encerradas en vitrinas o colgadas de las paredes en majestuosos marcos, descansaban todo tipo de guitarras firmadas por grandes hitos de la historia de la musica de todos los tiempos. Me saque una foto junto a una preciosa acustica marron que tenia el autografo de Jethro Tull. Aparezco en la imagen ultrasonriente. Ya sabeis; uno, que se flipa mucho con estas cosas, jeje.
Cenamos en la planta de arriba, en la parte que tienen acondicionada con una terracita de verano muy chula que estaba semi vacia a eso de las 19.30h, cuando nos tomaron nota al poco de llegar. Los tres pedimos lo mismo: una impresionante hamburguesa de 11 onzas de carne aderezada con bacon, cebolla caramelizada, lechuga, tomate y queso Cheddar. Para beber saboree una canha de cerveza canadiense, de cuya marca la verdad es que no me acuerdo, pero que tenia un gusto similar al de una Cruzcampo, para que os hagais una idea. Yo monte mi espectaculo habitual con el ketchup y la mostaza, pero tranquilos: ni me manche, ni nadie salio herido tampoco. Tras pagar y dejar la propina de rigor a la simpatica camarera (en los restaurantes canadienses es obligatorio dejar siempre un 10% del total de la cena), bajamos a la planta baja para curiosear por la tienda. Y que quereis que os diga, lo mismo un dia de estos me doy un caprichito y me llevo la clasica camiseta de recuerdo.
Salimos fuera de nuevo y dimos un par de voltios en pleno atardecer hasta dar con el sitio perfecto para tomar el postre. Haciendo esquina con las calles Williams y George St., al abrigo de los enormes edificios del Byward Market de Ottawa, habia un pequenho puesto de BeaverTails o "colas de castor"; un dulce tipico de Canada que se parece a las torrijas madrilenhas: fino, crujiente, redondo y banhado en canela. Luismi insistio en invitarnos. Sentados en las pintorescas mesas enfrente a la caseta, a nuestro lado sonaban piezas de jazz tocadas por tres musicos ambulantes en plena jam session. No es que lo hiciesen demasiado bien, pero el aroma de la canela mezclado en mi cabeza con los acordes de un blues mas propio de Nueva Orleans, convirtieron ese rato entre risas y anecdotas en una verdadera delicia.
El sabado llovio casi todo el dia y por ese motivo desde el colegio habian decidido cancelar la actividad obligatoria que tenian prevista. Lo que en principio iba a ser una jornada de picnic y juegos en la playa se convirtio en una tarde libre que aproveche para poner al dia mis informes y para jugar a las cartas con mi familia canadiense. Lo mas cachondo es que tenian una baraja de naipes espanholes, regalo de un anterior monitor, asi que no desaproveche la oportunidad de ensenharles a jugar al mejor juego del mundo, que como todos sabeis, es el Tute. Que risas. Si vierais a Andréas "cantar las 40" con ese extranho acento canadiense mezcla de ingles y frances... Cuando terminamos de cenar, ya de noche, fue el turno para unas apasionantes manos al Poker. En la estrecha mesa de la cocina, sin mas luz que la de una pequenha lampara, estabamos los cuatro apostando entre bromas y tazas de te. Nadie gano, aunque mi tactica de arriesgar poco a poco me sirvio para ser uno de los que mas fichas tenia al final de la partida. El gato se acurruco cerca nuestra y apenas se movio en casi dos horas.
Y ya el domingo, despues del almuerzo, fue el turno de salir de Ottawa y realizar una pequenha excursion. En torno a una hora y media de coche en direccion suroeste se encuentra Thousand Islands. Es un lugar espectacular localizado en la misma frontera entre EE. UU. y Canada, formado (como su nombre bien indica) por mil islas de diferentes tamanhos desperdigadas por el rio San Lorenzo, casi en la desembocadura del lago Ontario. Lo mas interesante del asunto es que en cada una de esas islas la gente adinerada ha ido comprando el terreno y se ha construido su propia casita sobre ellas, con lo que lo mismo en un pequenho islote de menos de 300 metros cuadrados te encontrabas con el clasico chalet americano de madera y tejado picudo, con porche y canasta de baloncesto delante para los ninhos. Una vez llegados alli, compramos un billete para hacer el tipico tour en barco y durante unos 50min bordeamos algunas de esas islas, con personas que nos miraban sentadas en el patio de sus casas o haciendo alguna barbacoa con sus amigos, saludandonos a nuestro paso. Parece ser que todos tienen su propio bote para salir al continente a comprar o a divertirse, y que cuando llega el invierno y el rio se congela, cogen sus coches y se visitan los unos a los otros sobre la superficie helada. Menudas fotos divertidas nos sacamos en la cubierta del ferry. A ver si mis host brothers pueden colgar alguna en Facebook proximamente.
En fin, como siempre me he vuelto a enrollar mas de la cuenta y ahora tengo que marcharme. Hay tres estudiantes que se quedan hoy media hora castigados y he de estar con ellos en el aula. Os escribo pronto, palabra. Cuidaros mucho.
Por la tarde quede con Luismi, el otro monitor espanhol, y con Maria, una chica de nuestra edad muy agradable que esta estos meses por aqui para aprender ingles (os los presentare en futuros posts). Primero fuimos a dar un paseo por el centro de la ciudad y despues decidimos ir a cenar al Hard Rock Cafe de Ottawa, que queda en plena downtown muy cerquita del edificio del Parlamento, en una zona moderna llena de pubs irlandeses donde puedes sentarte a degustar una buena pinta de Guinnes con algun partidito de fondo en la television, generalmente de hockey o beisbol. El sitio es una pasada. Los que ya hayais estado en el de Madrid o en cualquier otro Hard Rock Cafe, ya conoceis de que va el rollo. Para los que no, el local seguia el mismo patron de esta famosa cadena de restaurantes en cuanto a decoracion se refiere. Estilo rustico, iluminacion amarillenta, mesas de madera y enormes barras de bar decoradas con motivos genuinamente americanos. Encerradas en vitrinas o colgadas de las paredes en majestuosos marcos, descansaban todo tipo de guitarras firmadas por grandes hitos de la historia de la musica de todos los tiempos. Me saque una foto junto a una preciosa acustica marron que tenia el autografo de Jethro Tull. Aparezco en la imagen ultrasonriente. Ya sabeis; uno, que se flipa mucho con estas cosas, jeje.
Cenamos en la planta de arriba, en la parte que tienen acondicionada con una terracita de verano muy chula que estaba semi vacia a eso de las 19.30h, cuando nos tomaron nota al poco de llegar. Los tres pedimos lo mismo: una impresionante hamburguesa de 11 onzas de carne aderezada con bacon, cebolla caramelizada, lechuga, tomate y queso Cheddar. Para beber saboree una canha de cerveza canadiense, de cuya marca la verdad es que no me acuerdo, pero que tenia un gusto similar al de una Cruzcampo, para que os hagais una idea. Yo monte mi espectaculo habitual con el ketchup y la mostaza, pero tranquilos: ni me manche, ni nadie salio herido tampoco. Tras pagar y dejar la propina de rigor a la simpatica camarera (en los restaurantes canadienses es obligatorio dejar siempre un 10% del total de la cena), bajamos a la planta baja para curiosear por la tienda. Y que quereis que os diga, lo mismo un dia de estos me doy un caprichito y me llevo la clasica camiseta de recuerdo.
Salimos fuera de nuevo y dimos un par de voltios en pleno atardecer hasta dar con el sitio perfecto para tomar el postre. Haciendo esquina con las calles Williams y George St., al abrigo de los enormes edificios del Byward Market de Ottawa, habia un pequenho puesto de BeaverTails o "colas de castor"; un dulce tipico de Canada que se parece a las torrijas madrilenhas: fino, crujiente, redondo y banhado en canela. Luismi insistio en invitarnos. Sentados en las pintorescas mesas enfrente a la caseta, a nuestro lado sonaban piezas de jazz tocadas por tres musicos ambulantes en plena jam session. No es que lo hiciesen demasiado bien, pero el aroma de la canela mezclado en mi cabeza con los acordes de un blues mas propio de Nueva Orleans, convirtieron ese rato entre risas y anecdotas en una verdadera delicia.
El sabado llovio casi todo el dia y por ese motivo desde el colegio habian decidido cancelar la actividad obligatoria que tenian prevista. Lo que en principio iba a ser una jornada de picnic y juegos en la playa se convirtio en una tarde libre que aproveche para poner al dia mis informes y para jugar a las cartas con mi familia canadiense. Lo mas cachondo es que tenian una baraja de naipes espanholes, regalo de un anterior monitor, asi que no desaproveche la oportunidad de ensenharles a jugar al mejor juego del mundo, que como todos sabeis, es el Tute. Que risas. Si vierais a Andréas "cantar las 40" con ese extranho acento canadiense mezcla de ingles y frances... Cuando terminamos de cenar, ya de noche, fue el turno para unas apasionantes manos al Poker. En la estrecha mesa de la cocina, sin mas luz que la de una pequenha lampara, estabamos los cuatro apostando entre bromas y tazas de te. Nadie gano, aunque mi tactica de arriesgar poco a poco me sirvio para ser uno de los que mas fichas tenia al final de la partida. El gato se acurruco cerca nuestra y apenas se movio en casi dos horas.
Y ya el domingo, despues del almuerzo, fue el turno de salir de Ottawa y realizar una pequenha excursion. En torno a una hora y media de coche en direccion suroeste se encuentra Thousand Islands. Es un lugar espectacular localizado en la misma frontera entre EE. UU. y Canada, formado (como su nombre bien indica) por mil islas de diferentes tamanhos desperdigadas por el rio San Lorenzo, casi en la desembocadura del lago Ontario. Lo mas interesante del asunto es que en cada una de esas islas la gente adinerada ha ido comprando el terreno y se ha construido su propia casita sobre ellas, con lo que lo mismo en un pequenho islote de menos de 300 metros cuadrados te encontrabas con el clasico chalet americano de madera y tejado picudo, con porche y canasta de baloncesto delante para los ninhos. Una vez llegados alli, compramos un billete para hacer el tipico tour en barco y durante unos 50min bordeamos algunas de esas islas, con personas que nos miraban sentadas en el patio de sus casas o haciendo alguna barbacoa con sus amigos, saludandonos a nuestro paso. Parece ser que todos tienen su propio bote para salir al continente a comprar o a divertirse, y que cuando llega el invierno y el rio se congela, cogen sus coches y se visitan los unos a los otros sobre la superficie helada. Menudas fotos divertidas nos sacamos en la cubierta del ferry. A ver si mis host brothers pueden colgar alguna en Facebook proximamente.
En fin, como siempre me he vuelto a enrollar mas de la cuenta y ahora tengo que marcharme. Hay tres estudiantes que se quedan hoy media hora castigados y he de estar con ellos en el aula. Os escribo pronto, palabra. Cuidaros mucho.
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