viernes, 20 de marzo de 2009

Con la iglesia hemos topado

Con la iglesia hemos topado. Eso dice el dicho y eso pienso yo cada vez que la "Santa Institución" abre la boca. Ya lo hago por inercia, estupefacción; estupor. Nunca dejan de sorprenderme; entenderlos debe ser cuestión de fe. Esta semana que se acaba, dos son las noticias con las que me he quedado perplejo ante la manera que tiene de obrar la Casa del Señor. La primera de ellas no es otra que la última campaña de la Conferencia Episcopal en nuestro país contra el aborto. En el cartel del anuncio puede verse a un bebé y a un cachorro de lince a su lado, y sobre el felino semi-impresionado un eslogan que reza: "lince: protegido". El título de la imagen es inequívoco: "¿y yo?... ¡Protege mi vida!". Ciertamente un juego de palabras de una ironía tan deslumbrante como la gracia del Espíritu Santo. Y doblemente demagógico. En primer lugar porque la Ley del Aborto no persigue dejar de proteger la vida, sino que precisamente uno de sus apartados valida que a las mujeres embarazadas cuya vida o la del feto pudieran correr peligro se les permita legalmente interrumpir la gestación. Y en segundo lugar porque el aborto tiene estipulado un periodo de tiempo límite para su ejecución, con una fecha tope fijada en las 14-22 semanas de embarazo. Así que si el bebé protagonista de la campaña es un aborto, como dice un colega mío con mucho sentido del humor, está bastante "crecidito". Por otra parte, recientemente hemos sabido además que el lince que aparece ni siquiera es ibérico, sino euroasiático, así que quizás tengamos que sospechar que la Conferencia Episcopal no tiene muy buen servicio de documentación si lo que pretendía era atacar la conciencia de la sociedad española con una de las especies más amenazadas que tenemos en nuestro territorio. Habrá que actualizar las Sagradas Escrituras.
La segunda noticia tiene que ver con las últimas palabras del Papa Benedicto XVI el pasado martes sobre el uso del preservativo, que según él "agrava el problema del sida". Palabra de Dios, te rogamos óyenos. Lo más sorprendente de esta historia no es la desagradable contumacia de la iglesia con su aversión por el uso del condón, ni siquiera su radical contradicción con la última campaña anti-aborto-pro-vida de los obispos españoles que mencionaba antes. Lo más triste es que el máximo responsable de la iglesia católica pronunciara esas palabra precisamente en África, un continente asolado por el sida; una enfermedad que según Reuters ha causado la muerte allí a más de 25 millones de personas desde 1980 y de la que una población estimada de 22,5 millones son actualmente portadores del virus. Y nos propone Ratzinger como solución "una humanización de la sexualidad" y "una amistad sincera entre la gente". Amén...

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