El viejo y bohemio Cuentacuentos llevaba griposo desde que el yogurt de macedonia todavía pertenecía a Yugoslavia y desde que las telarañas de su cripta habían conquistado también la cocina, llegando hasta el fregadero mugriento. Ha sido un vasto periodo de letargo en su enorme cama de emperador de la pluma vieja, reposando en busca de la inspiración más creativa que las vistas al cementerio pudieran traerle en una brisa de espanto y hojas resecas de otoño. Pero finalmente ayer me telefoneó y me confesó su nueva ocurrencia para mi blog. Al citarme con él, en las cuencas negruzcas de sus ojos maléficos, el señor de los eruditos del más allá reflejaba cansancio contenido mezclado con ganas férreas de retomar su otra gran obra inacabada: el interminable repertorio de Cuentos en una frase. Habiéndose empapado de manuales de letrados-zombie y tras tragarse numerosas parodias de los Monty Python para saber plasmar en su estilo literario todo el humor que lleva dentro, Cuentacuentos, escritor con alma de fantasma en todos los sentidos, se decidió a proseguir con la colección abordando el tema del que mejor supo escaquearse en vida: la justicia. Con todos vosotros, tras muchos días sin actualizar el Manual, un nuevo cuento de dos líneas titulado El acusado sin-vergüenza...
"Cuando el juez reclamó la presencia del acusado en el estrado para que le vieran las partes, éste subió y se bajó los pantalones"
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