En vistas de su reciente inclinación por el tema y su creciente insistencia en el mismo; he aquí un poema que con mucho cariño les dedico a los grandes aficionados al botellón. Excuso decir sus nombres porque todos sabemos perfectamente quienes son y en todo caso, el que se quiera dar por aludido, bienvenido sea. Se titula Canción del borracho y habla de todos nosotros en general y de nadie en particular. Incluso podría hablar de ti y puede que hasta ahora no te estuvieras dando cuenta.
Ay, la inspiración es una musa a la que todos queremos besar, pero cuando vamos a hacerlo se nos escapa irremediable, como un sueño al despertar. En mi caso, puedo aseguraros que vino sola esta tarde, sin necesidad de acudir a la bebida. En efecto ella no tenía nombre de ninguna marca de cerveza, aclarado quede. Iba vestida de blanco y susurraba con voz melodiosa de arpa dorada. Lástima que no me diera tiempo a besarla, aunque puedo deciros que se parecía bastante a Jennifer Love Hewitt. Me ayudó a "pseudo-plagiar" la célebre Canción del pirata (parodiarla, de hecho) para que paséis un rato divertido leyendo esta chorrada. Que me perdone Espronceda...
Con diez cubatas por mano,
mareo encima, mazada tela,
no sale del garito, lo cierra
un alegre borrachín.
Colega ebrio que llaman,
por su gran sed, El Bebido,
en todo Madrid conocido
en bar grande o chiquitín.
La música en su cabeza suena
en la barra chiquea el hielo,
y alza en tembloroso vuelo
vasos de vidrio y cristal;
y va su lengua torpona,
piropea alegre a las chicas
Sara ríe, también Leticia,
y allá al frente le mira Mar.
Traga, amigo mío
sin sudor,
que ni el bruto de mi tío
ni esponja, ni vagabundo
alcanzan tu ritmo inmundo,
ni te privan de licor.
Veinte copas
te he servido,
entre las dos
y las tres,
y has tragado
los limones
con cojones
otra vez.
Que es mi copa mi tesoro,
Que es mi dios el Brugal,
mi ley, Coca-Cola y dos hielos,
mi única patria, el bar.
Allá; hagan botellón
mis amigos fieles
por un poco más de fiesta;
que yo empino aquí mismo
cuanto trago en despotismo,
de chupitos como reyes.
Y no hay tasca,
sea cualquiera,
ni bebida
ni licor,
que no merezca
mi deseo
y dé puntillo en mi interior.
Que es mi copa mi tesoro,
que es mi dios el Brugal,
mi ley, Coca-cola y dos hielos,
mi única patria, el bar.
A la voz de “¡que te caes!”
es digno de admirar
como para avanzar al frente
da diez pasos a ambos lados;
rey de la cogorza creciente,
al que le cuesta caminar.
El Gin-tonic
yo lo ingiero,
la cerveza
igual me va,
whisky tomo
si hay riqueza,
vodka o ron
si ya voy mal.
Que es mi copa mi tesoro,
que es mi dios el Brugal,
mi ley, Coca-cola y dos hielos,
mi única patria, el bar.
Ay, la inspiración es una musa a la que todos queremos besar, pero cuando vamos a hacerlo se nos escapa irremediable, como un sueño al despertar. En mi caso, puedo aseguraros que vino sola esta tarde, sin necesidad de acudir a la bebida. En efecto ella no tenía nombre de ninguna marca de cerveza, aclarado quede. Iba vestida de blanco y susurraba con voz melodiosa de arpa dorada. Lástima que no me diera tiempo a besarla, aunque puedo deciros que se parecía bastante a Jennifer Love Hewitt. Me ayudó a "pseudo-plagiar" la célebre Canción del pirata (parodiarla, de hecho) para que paséis un rato divertido leyendo esta chorrada. Que me perdone Espronceda...
Con diez cubatas por mano,
mareo encima, mazada tela,
no sale del garito, lo cierra
un alegre borrachín.
Colega ebrio que llaman,
por su gran sed, El Bebido,
en todo Madrid conocido
en bar grande o chiquitín.
La música en su cabeza suena
en la barra chiquea el hielo,
y alza en tembloroso vuelo
vasos de vidrio y cristal;
y va su lengua torpona,
piropea alegre a las chicas
Sara ríe, también Leticia,
y allá al frente le mira Mar.
Traga, amigo mío
sin sudor,
que ni el bruto de mi tío
ni esponja, ni vagabundo
alcanzan tu ritmo inmundo,
ni te privan de licor.
Veinte copas
te he servido,
entre las dos
y las tres,
y has tragado
los limones
con cojones
otra vez.
Que es mi copa mi tesoro,
Que es mi dios el Brugal,
mi ley, Coca-Cola y dos hielos,
mi única patria, el bar.
Allá; hagan botellón
mis amigos fieles
por un poco más de fiesta;
que yo empino aquí mismo
cuanto trago en despotismo,
de chupitos como reyes.
Y no hay tasca,
sea cualquiera,
ni bebida
ni licor,
que no merezca
mi deseo
y dé puntillo en mi interior.
Que es mi copa mi tesoro,
que es mi dios el Brugal,
mi ley, Coca-cola y dos hielos,
mi única patria, el bar.
A la voz de “¡que te caes!”
es digno de admirar
como para avanzar al frente
da diez pasos a ambos lados;
rey de la cogorza creciente,
al que le cuesta caminar.
El Gin-tonic
yo lo ingiero,
la cerveza
igual me va,
whisky tomo
si hay riqueza,
vodka o ron
si ya voy mal.
Que es mi copa mi tesoro,
que es mi dios el Brugal,
mi ley, Coca-cola y dos hielos,
mi única patria, el bar.
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