Reaparezco en el blog después de la sequía de los exámenes, que afortunadamente ya terminé, y afortunadamente parece que con buenos resultados. He ido paso a paso recuperando mi vida. Primero dormí como una marmota, después me dediqué a terminar de engancharme con la Eurocopa y ahora retomo mis confesiones online. Tenía algunos frentes abiertos que quiero tocar antes de que sea demasiado tarde, como las sensaciones contradictorias que tengo sobre la Selección en ese gran torneo futbolístico que se juega en los Alpes o la lucha cada vez más mermada de Pau contra los Celtics para llevarse el Anillo de la NBA (2-3 desde ayer). Pero no me apetece mucho escribir hoy, así que lo dejaré para los próximos días.
Tan solo quisiera criticar públicamente una cosa que no me ha gustado de la última semana: la huelga de los transportistas. Hoy me levanté escuchando en la radio que otra vez las carreteras sufrían atascos por culpa de piquetes cabreados. En este caso se trataba de los accesos a la Comunidad de Madrid, pero no olvido que el otro día eran sus principales arterias (entre ellas la A-6, por la que marcho desde mi casa a la Facultad y viceversa) las que tenían la mayoría de sus carriles colapsados por camiones en señal de protesta. Alguien se imagina que de repente no me hubiese dado tiempo a llegar a mi último examen del pasado viernes por culpa de unos pocos manifestantes? A quién hubiera tenido que reclamar mi suspenso? Peor aún; alguien es capaz de plantearse qué hubiera pasado si alguna ambulancia no hubiese podido atender a tiempo a los heridos de un accidente por culpa de todo este pitoste?
Me parece muy bien que hagan huelga y reivindiquen sus derechos. Es lícito que supliquen por la mejora de sus condiciones laborales. El problema es que al hacerlo, perjudiquen a los demás; a los que no quieren ejercer ese derecho y usan las principales autovías para dirigirse a trabajar o a cumplir con sus obligaciones o intereses sin más; sin molestar a nadie. Me parece muy egoísta por parte de los transportistas llamar la atención de las autoridades y de la opinión pública saboteando a aquellos a los que ni les van ni les vienen sus pretensiones. La huelga es un derecho; no una obligación ni un puñado de horas de atasco por culpa de unos cuantos que no son ni mucho menos "los reyes de la carretera". Menos mal que en esta ocasión no les dio por tirar con las mercancías para proclamar su huelga a los cuatro vientos. Recuerdo hace años cuando arrojaron toneladas de fresa al aslfato. Y mucha gente mientras tanto, muriéndose de hambre.
Tan solo quisiera criticar públicamente una cosa que no me ha gustado de la última semana: la huelga de los transportistas. Hoy me levanté escuchando en la radio que otra vez las carreteras sufrían atascos por culpa de piquetes cabreados. En este caso se trataba de los accesos a la Comunidad de Madrid, pero no olvido que el otro día eran sus principales arterias (entre ellas la A-6, por la que marcho desde mi casa a la Facultad y viceversa) las que tenían la mayoría de sus carriles colapsados por camiones en señal de protesta. Alguien se imagina que de repente no me hubiese dado tiempo a llegar a mi último examen del pasado viernes por culpa de unos pocos manifestantes? A quién hubiera tenido que reclamar mi suspenso? Peor aún; alguien es capaz de plantearse qué hubiera pasado si alguna ambulancia no hubiese podido atender a tiempo a los heridos de un accidente por culpa de todo este pitoste?
Me parece muy bien que hagan huelga y reivindiquen sus derechos. Es lícito que supliquen por la mejora de sus condiciones laborales. El problema es que al hacerlo, perjudiquen a los demás; a los que no quieren ejercer ese derecho y usan las principales autovías para dirigirse a trabajar o a cumplir con sus obligaciones o intereses sin más; sin molestar a nadie. Me parece muy egoísta por parte de los transportistas llamar la atención de las autoridades y de la opinión pública saboteando a aquellos a los que ni les van ni les vienen sus pretensiones. La huelga es un derecho; no una obligación ni un puñado de horas de atasco por culpa de unos cuantos que no son ni mucho menos "los reyes de la carretera". Menos mal que en esta ocasión no les dio por tirar con las mercancías para proclamar su huelga a los cuatro vientos. Recuerdo hace años cuando arrojaron toneladas de fresa al aslfato. Y mucha gente mientras tanto, muriéndose de hambre.
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