A veces el periodismo puede ser un oficio de lo más ingrato. Lo que hace grande a mi profesión es que el reportero de turno un buen día tiene que entrevistar al Presidente del Gobierno y al siguiente a un gitano que acaba de apuñalar a otro. En eso consiste ni más ni menos nuestro trabajo, para bien o para mal. En adaptarse a las personas protagonistas de la noticia para contar lo que pasa en el mundo. Y que a nadie le quepa duda de que son esas personas las que aportan la citada ingratitud a la que aludía anteriormente.
El problema que tenemos los periodistas es que la labor mediadora que desempeñamos en nuestro ejercicio profesional no nos permite defendernos en el momento de los despropósitos, injurias y en ocasiones insultos a los que nos vemos sometidos. Imagino que a mis compañeros ganas de contestar no les faltan muchas veces. Cuando hay que preguntar a personajes que llevan con tan contumaz fanfarronería la bandera de la grosería, la desfachatez y la mala educación, es difícil morderse la lengua. Pero el estilo periodístico nos impide replicar. Se dice con frecuencia que los que descalifican a los demás delante de cámaras y micrófonos ya se descalifican solos, y parece que esa reseña deontológica no escrita sustenta nuestra moralidad, que debe estar por encima de las faltas personales y la tomadura de pelo que muchas veces padecemos.
Pues bien, viendo comportamientos recientes de tipejos desvergonzados que aparecen en los medios, me pregunto hasta qué punto los reporteros deben cerrar el pico cuando las declaraciones confunden la hipocresía más mezquina con la indecencia más lamentable hacia los demás. Porque a priori Francisco Camps, Presidente de la Generalitat Valenciana, y Diego Armando Maradona, seleccionador de fútbol de Argentina, pueden ser dos individuos tan dispares informativamente hablando como el Presidente del Gobierno y el gitano de mi ejemplo anterior (y perdón por la comparación, que siempre es odiosa). Pero si algo tienen en común los dos, es la frivolidad que emplean al hablar para defenderse de las preguntas o situaciones que les incomodan; cada uno en su estilo, rozando lo asqueroso.
Porque eso de que los periodistas se la chupemos a Maradona toda vez que superó la hecatombe que hubiera sido que su selección se quedara fuera del Mundial de Sudáfrica, es lo más bochornoso que he escuchado en los últimos meses en los medios. Toda la grandeza que tenía "El Pelusa" como futbolista es la chabacana impertinencia con la que trata a la prensa ahora. Los periodistas no tienen la culpa del mal juego de la Albiceleste, ni la necesidad de escuchar cómo su seleccionador suelta pestes cada vez que es acorralado en una rueda de prensa. Hacen su trabajo con el respeto que no les es devuelto.
Y porque sinceramente escuchar al señor Camps responder a las preguntas de la prensa con un socarrón "son ustedes muy amables, muy agradables", producen ganas de estallar y recordarle al President que los reporteros sólo cumplen su deber de interrogar a uno de los principales sospechosos de corrupción de la trama Gürtel. Menos ironías y más sentido de la responsabilidad y deferencia hacia unos honrados trabajadores que tienen más de agradables en su trato y buen hacer que algunos quizás mejor trajeados que ellos, que responden sin autocrítica, sin respeto y echando siempre balones fuera. Mira, parecido a como hace el equipo de Maradona.
En un día triste para el periodismo deportivo como hoy, despido mis reflexiones con el breve recuerdo a uno de los más grandes. Andrés Montes, jugón, descansa en paz y gracias por enseñarnos, entre otras muchas cosas, que la vida puede ser maravillosa.
El problema que tenemos los periodistas es que la labor mediadora que desempeñamos en nuestro ejercicio profesional no nos permite defendernos en el momento de los despropósitos, injurias y en ocasiones insultos a los que nos vemos sometidos. Imagino que a mis compañeros ganas de contestar no les faltan muchas veces. Cuando hay que preguntar a personajes que llevan con tan contumaz fanfarronería la bandera de la grosería, la desfachatez y la mala educación, es difícil morderse la lengua. Pero el estilo periodístico nos impide replicar. Se dice con frecuencia que los que descalifican a los demás delante de cámaras y micrófonos ya se descalifican solos, y parece que esa reseña deontológica no escrita sustenta nuestra moralidad, que debe estar por encima de las faltas personales y la tomadura de pelo que muchas veces padecemos.
Pues bien, viendo comportamientos recientes de tipejos desvergonzados que aparecen en los medios, me pregunto hasta qué punto los reporteros deben cerrar el pico cuando las declaraciones confunden la hipocresía más mezquina con la indecencia más lamentable hacia los demás. Porque a priori Francisco Camps, Presidente de la Generalitat Valenciana, y Diego Armando Maradona, seleccionador de fútbol de Argentina, pueden ser dos individuos tan dispares informativamente hablando como el Presidente del Gobierno y el gitano de mi ejemplo anterior (y perdón por la comparación, que siempre es odiosa). Pero si algo tienen en común los dos, es la frivolidad que emplean al hablar para defenderse de las preguntas o situaciones que les incomodan; cada uno en su estilo, rozando lo asqueroso.
Porque eso de que los periodistas se la chupemos a Maradona toda vez que superó la hecatombe que hubiera sido que su selección se quedara fuera del Mundial de Sudáfrica, es lo más bochornoso que he escuchado en los últimos meses en los medios. Toda la grandeza que tenía "El Pelusa" como futbolista es la chabacana impertinencia con la que trata a la prensa ahora. Los periodistas no tienen la culpa del mal juego de la Albiceleste, ni la necesidad de escuchar cómo su seleccionador suelta pestes cada vez que es acorralado en una rueda de prensa. Hacen su trabajo con el respeto que no les es devuelto.
Y porque sinceramente escuchar al señor Camps responder a las preguntas de la prensa con un socarrón "son ustedes muy amables, muy agradables", producen ganas de estallar y recordarle al President que los reporteros sólo cumplen su deber de interrogar a uno de los principales sospechosos de corrupción de la trama Gürtel. Menos ironías y más sentido de la responsabilidad y deferencia hacia unos honrados trabajadores que tienen más de agradables en su trato y buen hacer que algunos quizás mejor trajeados que ellos, que responden sin autocrítica, sin respeto y echando siempre balones fuera. Mira, parecido a como hace el equipo de Maradona.
En un día triste para el periodismo deportivo como hoy, despido mis reflexiones con el breve recuerdo a uno de los más grandes. Andrés Montes, jugón, descansa en paz y gracias por enseñarnos, entre otras muchas cosas, que la vida puede ser maravillosa.
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