jueves, 26 de agosto de 2010

Vuelta a casa

Se pasó rápido, como nunca, y ya estoy en Madrid. Anoche me acosté montándome mi película de todas las noches, el cortometraje (o largometraje si antes hay café) en el que repaso cada escena del día y la revivo a cámara lenta, recreándome en mis recuerdos antes de planchar definitivamente la oreja en la almohada. Si se llenó la sala de mi cabeza, el público aplaudió al final de la proyección. Ayer echaban el resumen del éxito del verano; Toronto y Nueva York, dos experiencias alucinantes de 28 días de duración en mis mejores cines.
Me dormí contento, satisfecho. Si tuviera que hacer balance del último mes, seguramente pondría una nota muy alta, un ocho o por ahí. Y soy profesor exigente, que conste. Pero ha sido una aventura genial este regreso a Canadá con recompensa neoyorquina incluida, sin duda lo mejor de mi viaje hasta decir basta, hasta repetir "I love New York" mil veces. Con mi fin de semana en la Gran Manzana puedo afirmar que he cumplido la gran ilusión de mi vida a mis 24 añitos. No había nada que deseara más y es ahora cuando mi nueva ilusión ha cambiado. Consiste en volver allí.
A donde no creo que vuelva, por lo menos a corto y medio plazo, es a Toronto. He regresado a España con la sensación de haber quemado otra etapa más, de haber arrancado una nueva hoja del calendario que ya no se podrá pegar. Y nunca se sabe en la vida, claro, pero no tengo especial interés en pisar de nuevo la plaza Dundas. Fue bonito mientras duró, como decían en otra célebre película, pero ese guión también se repite en mi cabeza y lo que disfrutamos los monitores de Red Leaf allí este agosto quedará en Torontontero como simplemente un buen pasado vivido, pasado está. Canadá toma dos y corten. C'est fini; me llegó. Al menos, digamos que me siento ante el fin de un ciclo en estas primeras ideas de futuro desordenadas que la próxima semana mi tierra organizará a base de playa y, por fin, buena comida. Sustituyo los sandwiches de pavo y mostaza por la empanada y el pescado de calidad de Galicia. Así quién querría volver? A Toronto, eh? Digo a Toronto...

martes, 17 de agosto de 2010

New York

La carretera que lleva de Toronto a Nueva York cruza las cataratas del Niagara y serpentea por los estados de New York, Pennsylvania y New Jersey, en donde estaba mi hotel, a traves de campos de heno, plantaciones de maiz y desperdigados bosques de abetos, hallas y robles decorando el paisaje. Desde el autobus, los ratos del viaje en los que no estuve dormitando, observe incluso tojos y dientes de leon salpicando las praderas norteamericanas, verdes como mi Galicia natal pero mas agrestes y salvajes. No se, uno nunca abandona aqui la sensacion de encontrarse en otro continente; en otro mundo distinto y mas grande.
Nueva York habia sido mi gran ilusion desde ninho. Llevaba toda una vida anhelando poner mis pies en sus calles y avenidas; perderme por Manhattan y sentarme en un parque junto al East River, con el puente de Brooklyn al fondo dividiendo su silueta de rascacielos escarpada al ocaso, como en los mejores cines. Voy a ser sincero y confesar que en ningun momento pense con franqueza que tenia la opcion de ir. Ni desde que supe mi destino canadiense alla por mayo, ni siquiera a falta de una semana para la fecha senhalada. Me habia olvidado de esa posibilidad por completo, desterrandola en un potente autoenganho para evitar caer en una falsa esperanza.
Empece a darme cuenta de que me iba a la Gran Manzana incentivado por companheros de trabajo y estudiantes, poco a poco, como hago con ese te calentito que saboreo en invierno mientras disfruto del rugby en la sobremesa de febrero, a pequenhos sorbos para no quemarme. Lo vivi como un tira y afloja entre el deseo que me abrasaba por dentro y el resistirse a dejarlo salir afuera. Y por eso me lo calle hasta el final.
No es para menos. Quien me conoce bien sabe cuanto significaba para mi. De pronto un fin de semana en Nueva York se presentaba irresistiblemente bonito para ser verdad y constituia un riesgo demasiado alto como para emocionarse prematuramente. Si las cosas se hubieran torcido en el ultimo instante, el episodio de frustracion podria haber pasado a la historia de mi vida como la decepcion madre de todos los chascos. Creo que habria llorado y todo del bajon. Ser comedido esta vez me ha ayudado en una espera que habia empezado hace ya muchos anhos y que de haber transcurrido entre nervios e ilusiones desbordantes estas semanas, se me habria hecho interminable, escrito esto ultimo con mayusculas destellantes como los anuncios de Broadway. Ha merecido la pena jugar a ser ingenuo y seguir sonhando. Ahora se que vine a trabajar a Toronto un mes para viajar a Nueva York tres dias.
El viernes por la tarde bajando por una colina en autobus hacia el tunel de Lincoln vi la primera imagen de la ciudad, majestuosa por detras del Hudson, merodeada por helicopteros desde el aire como moscas al pastel. Pocos minutos despues irrumpia en la calle 42 con Sinatra sonando a todo trapo en los altavoces del vehiculo. New York, New York. Me habia puesto guapo para la ocasion y no paraba de frotarme los ojos. Tenia tal comecome en el estomago que creo que de haber sido una mujer la que tenia delante, me habria lanzado a besarla con toda la pasion que habia estado guardando hasta esa fecha. Acto seguido, como un perfecto japones, me dio un ataque a sacar fotos. No pare en las siguientes 72 horas.
Mas tarde, alrededor de las 19h, bati el record de boca abierta y cara de pasmado cuando pise por primera vez Times Square. Esa plaza es la plaza, probablemente la mas famosa del mundo, capaz de condensar en el recinto que limitan sus calles toda la esencia de lo que es Manhattan. El brillo de sus pantallas, la marea humana de gentes que la recorren, la cantidad de cosas que te bombardean por todos lados en cada pestanheo; el glamour, el olor a movimiento. Para-paraba-paraba-parabara... bienvenidos a Nueva York; la Gran Manzana, la capital del mundo, el beso del marinero a la enfermera, la ciudad que nunca duerme, la tierra de las oportunidades.
Al dia siguiente conoci a mi amor secreto, la Estatua de la Libertad, mucho mas pequenha de lo que me habia imaginado, pero radiante por la luz de verano que me acompanho durante una jornada en la que no hice otra cosa salvo caminar por todas partes: el puente de Brooklyn, la sede de Naciones Unidas, Wall St., la Quinta Avenida, los muelles del este con el Pear 17 como buque insignia, el ferry navegando al viento que acariciaba el rio Hudson, el Empire State Building, el Rockefeller Centre y el edificio Flatiron. Al fondo el Chrysler y al sur el Madison Square Garden. A la Estatua le tire un beso y le pedi una cita, pero no me respondio nada. Me quede mirandola en silencio como quien mira la historia y la siente en cada piedra del camino. Me imagine a millones de emigrantes irlandeses e italianos entrando por esas mismas aguas a principios de s. XX, en busca de una vida mejor y sonriendo al acercarse a la ciudad gracias a esa silueta de piedra verdosa que te dice "hola" con sus ojos de esperanza y su antorcha de fuego lento. Es hoy y ya la echo de menos.
El domingo me toco perderme, aposta se entiende, y dejar que mi instinto me llevara por el corazon de Central Park, desde el gran lago hasta Strawberry Fields, y de ahi a la Downtown, primero a Chinatown y Little Italy, y luego por el Soho, West Village y los muelles del Hudson, en busca de alguna de esas casitas pintorescas con un cartel de "se vende" para seguir alimentando mis metas de futuro. Coger el metro para ir a la plaza de Washington, pasear entre las joyerias de Madison Avenue, comer en el Lindy's de la Septima Avenida y hacer creer a la camarera latina que era canadiense; quedarme de piedra al presenciar la Zona Cero, recordando a esa pobre gente que tuvo que verse obligada a morir, observando el cielo nublado en busca de la silueta fantasma de las difuntas torres gemelas del World Trade Center, notando un nudo en la garganta y una pesadumbre reinante en la gran cicatriz sobre la que ahora estan en obras los nuevos rascacielos. Respirar el dolor de los neoyorquinos en ese rincon de tristeza y repasar esas imagenes de destruccion desoladora para sentirme como uno mas de ellos, insignificante en un escenario tan imponente y orgulloso del suelo en el que estaba, para luego alejarme bajo una leve lluvia de tarde de domingo, como las lagrimas de una ciudad que quiero pensar que lloraba mi marcha al igual que yo por dentro mi partida.
Eso ha sido, en un resumen de campeonato, Nueva York en dos dias y medio. He vuelto a Toronto feliz y satisfecho, con las espectativas bien cubiertas porque creo que me ha dado tiempo a ver casi todo lo que se podia recorrer en un fin de semana, y sin atisbo de decepcion o desencanto en el intento. He visitado lo importante con la conciencia tranquila de saber que no disponia de margen para mas. Harlem, Brooklyn, Queens, Long Island, los museos y otras tantisimas cosas que se me quedaron pendientes por fuerza tendran que esperar a la proxima escapada. Y confio en que la nueva espera no sea de otros 24 anhos precisamente. Porque ahora que por fin he estado en Nueva York, puedo constatar de verdad y con razon de ser, que no hay ciudad como ella, ni la habra seguramente. Al menos para mi. Quiero ir a vivir alli porque la adoro y en sus calles me siento diferente; especial. Como decia Sinatra: si lo puedo hacer ahi, lo puedo hacer en todas partes. Esa es su magia y este mi nuevo suenho. New York, New York. I love you.

jueves, 12 de agosto de 2010

Torontontera: lo que se va y se avecina

Escribo estas lineas en mitad de un descanso en la escuela ILSC, en plena Downtown de Toronto, tocados ya por la sombra del imponente edificio Zurich entre tanto bochorno insoportable. Escribo con un nudo en el estomago, ese que se presenta en tu casa sin avisar cuando vas a quedar con la chica que te gusta y se autoinvita a tomar cafe. En este caso ha llegado un poco antes de la cita, que sera manhana, y para quedarse todo el fin de semana hasta el lunes. No en vano espero algo muy especial de los proximos cuatro dias. En realidad, porque es lo que he estado esperando toda mi vida. Solo queria conocerla, y verla en persona se habia convertido en mi principal obsesion. Llevo enamorado demasiado tiempo de su encanto y por fin me ha llegado la ocasion de abrazarlo. Si, no es un suenho; me voy a Nueva York y esta noche dormire con una sonrisa de tonto. Si es que consigo dormir.
Por lo demas, Toronto se deja querer a pesar de sus contrastes y de la gente que camina a veces por sus calles. Esta ciudad es un elogio a la locura, el crisol de las culturas y de los locos que te encuentras al doblar las esquinas, entre tantos Sturbucks, McDonald's y Tim Horton's. Lo hablaba el otro dia con Armando y estamos de acuerdo en todo, con el anhadido de que a el esto le resulta ademas de raro, feo. Me lo dice a menudo y asiento con la cabeza cuando sale el tema. Aqui hay rincones muy bonitos, pero no termino de enamorarme de ella. Quizas porque como os comentaba antes, mi corazon ya lo ocupa New York.
Sin embargo he de decir que el mes que mas rapido se esta pasando de mi vida, como uno de esos destartalados y chirriantes trenes de metro que vuelan hacia Kipling, esconde sus pequenhos regalos cuando menos te lo esperas. Disfrutar una tarde soleada en la Toronto Island, bebiendo limonada junto a Patri en un paseo entre arces y sacando fotos luego del skyline desde el ferry, con la onmipresente CN Tower difuminada por la brisa del lago Ontario, formara parte de mi recuerdo eterno de estas cuatro semanas cargadas de buenos ratos en lo mas profundo de Canada.
Esta noche me voy a cumplir otro suenho; el de visitar el Air Canada Centre para ver alli un partido de baloncesto. El encuentro, el amistoso Canada-Francia, preparatorio para el Mundobasket que esperamos volver a ganar el septiembre que viene en Turquia, es con diferencia lo de menos. La experiencia de pisar el pabellon que tantas madrugadas he visto por la tele se basta por si misma para encandilarme y es, como dice el crack de Javi Larroda, lo mas grande. En suma el aperitivo de lo que se me avecina a partir de manhana. La Gran Manzana me espera y yo no puedo esperar mas. Le pienso hincar el diente a ver a que sabe y dejarla como el logo de Apple, pues tal es el hambre que me produce al pensar en ella ese nudo inoportuno que anida de vez en cuando en mi estomago. Os echo de menos aqui, en el primer domicilio de los castores del mundo.

jueves, 5 de agosto de 2010

Torontontera: citas in the evening

Imaginad lo contento que me voy a trabajar cada manhana a la escuela ILSC, metro St. Patrick, si para desayunar no hay dia en el que no tenga en mi casa gofres con chocolate. Yo creo que cualquiera que lo probara saldria por la puerta silbando y ayudando a viejecitas a cruzar la calle. Por lo menos a mi me pone de mejor humor y eso hace que mis estudiantes lo noten y les de por sonreir tambien. La actitud positiva es increiblemente contagiosa. Creedme, todos deberiamos ponerla en practica mas a menudo.
Por otra parte, imaginad lo agusto que tambien me voy a la cama cada noche si el final de la jornada consiste en una reunion informal de monitores, de esas que nos encantan a todos, en las que solo se habla del trabajo para reir alguna anecdota pasada, sentados en sitios que no importan, por el mero placer de quedar en los rincones perdidos de Toronto, preferiblemente al aire libre, aunque nos vale igual en torno a unas cervezas o en su defecto cualquier otra cosa que se os ocurra: refrescos, perritos calientes, nachos... Si, amigos; this is America.
Me conto un musico ambulante de la calle College que el country ya no es lo que era. Y me dijo despues de hablar un buen rato sobre Springsteen que alguien le habia informado de que los monitores espanholes de Red Leaf se ven todas las tardes a las 20.30h en Dundas Square, en la esquina del Hard Rock Cafe. Le pedi amablemente que continuara mientras se encendia un cigarrillo porque me parecia informacion valiosa. Me explico John, que asi se llamaba el tio, que los monitores desde ahi bajan la calle Yonge y luego varian el itinerario cada noche en busca de nuevos lugares para relajarse del duro trabajo con los estudiantes. Se sientan y conversan, sacan fotos divertidas y luego las suben al Facebook, rien y ahogan las penas con la brisa que llega del muelle. Segun parece, juntos tienen el poder de transformar cualquier preocupacion en una cuestion menos importante que la nacionalidad de procedencia en Canada. Los monitores disfrutan del pais y de pasar un mes de sus vidas en una ciudad como Toronto. Una vez al dia; las mejores horas.
Al bueno de John le deje un Dollar cincuenta de propina y le pedi que me tocara Cold Missouri Waters. La bordo, por cierto. Todavia me acuerdo de sus desgastados acordes de acustica flotando en el ambiente del borde Este del barrio de Little Italy, mientras yo me alejaba calle abajo. Poco despues cogi el tranvia rumbo al Eaton Centre. Habia quedado y llegaba tarde. A las 20.30h en Dundas.

martes, 3 de agosto de 2010

Torontontera: una semana intensa

Hola a todos y muchas gracias por vuestras visitas al Manual, que me consta que son muchas. En especial le quiero dar las gracias a Patri y a Andrea por sus comentarios, que siempre me hacen una ilusion terrible. Gracias, chicas! :) Ayer llegue a Canada, estornude y ya ha pasado una semana desde que estoy en Toronto. Todavia me cuesta asimilarlo, pero es asi de drastico y breve; mas me da un suspiro. No se si el motivo es que he estado realmente ocupado con el trabajo o que lo he vivido de forma mas intensa que en la experiencia del verano anterior en Ottawa, pero ahi esta todo; condensado en mi retina con un halo de nostalgia algo incomodo por tempranero. Me aflige imaginar que en cuanto vuelva a estornudar ya habra pasado la segunda semana y asi sucesivamente. De verdad, confio en no acatarrarme.
Cambiando de tema, me da por pensar en que cualquier cosa es susceptible de poderse explicar en una frase. Por poner un ejemplo, la Biblia se podria resumir en "la historia de Dios". Por poner otro, la discografia de los Beatles se puede definir como "el origen de la musica moderna". Habra quien no este de acuerdo al cien por cien con semejante ocurrencia, pero pido un esfuerzo para que comprendais como puedo describiros Toronto en una entrada que no este renhida con el aburrimiento. Aviso: va de contrastes.
La ciudad es una Downtown donde la CN Tower y el Rogers Centre observan a los rascacielos de negocios al cobijo del lago Ontario. De ahi hacia el norte, como en la paleta de un pintor, tenemos trazado un abanico multicultural de barrios que oscilan entre la grandilocuencia hortera en tonos rojos del Chinatown, hasta la sobriedad azulada de Yorkville al norte, pasando desde la alegria verde del Little Italy district en el oeste, a la tristeza de los rincones perdidos de Gerrard St. en el este. Una mezcla de barrios donde respirar el dinero, como en Woodbine con la cercana brisa del mar y de las playas de Kew Beach, y donde husmear la pobreza, tal y como ocurre en Coxwell entre las casuchas en las que habitan en masa ciudadanos de origen indio. Toronto es, en suma, un crisol de culturas apelotonadas en una jungla de asfalto que quiere creerse importante y que aspira a ser la metropolis tipicamente estadounidense de un pais, Canada, bastante diferente como tal.
Y sobre todo, un lugar donde las distancias son enormes. Yo sin ir mas lejos vivo al lado del centro, esto es, lo creais o no, a unos 40min en transporte publico. Hora y media para recorrer la ciudad de punta a punta en metro. Atascos que ridiculizan cada manhana los que tenemos en Madrid. La calle Yonge, la mas larga del mundo, con casi 250km desde su nacimiento en los muelles al lado del Captain's John restaurant. Del fish & chips y la langosta cocida que se sirve en el puerto, al norte del continente americano entre arces y osos bajo naturaleza agreste. Todo seguido en linea recta. Ya os avise de que iba de contrastes.
Un saludo desde el otro lado del Atlantico.